martes, 31 de enero de 2012

Con los nervios saliéndome del cuerpo como hilachas,
como las fibras de una escoba vieja,
y arrastrando en el suelo, jalando todavía
el fardo de mi alma,
cansado, todo, más que mis propias piernas,
hastiado de usar mi corazón del diario,
estoy sobre esta cama y a estas horas
esperando el derrumbe,
la inminente caída que ha de sepultarme.
(Hay que cerrar los ojos como para dormir
y no mover ni una hoja de tu cuerpo.
Esto puede ocurrir de un momento a otro:
estarse quieto.
Pañuelos de aire giran lentamente,
sombras espesas rasgan las paredes,
el cielo te chupa a través del techo.)

Mañana te has de levantar de nuevo
a caminar entre las gentes.
Y amarás el sol y el frío,
los automóviles, los trenes,
las casas de moda, y los establos,
las paredes a que se pegan los enamorados
al entrar la noche, como calcomanías,
los parques solitarios en que se pasean las desgracias
con la cabeza baja, y los sueños de sientan a descansar,
y algún novio la busca bajo la falda,
mientras la sirena de la ambulancia da la hora
de entrar a la fábrica de la muerte.
Amarás la milagrosa ciudad y en ella el campo soñado,
el río de las avenidas iluminadas por tanta gente que
quiere lo mismo,
las puertas de los bares abiertas, las sorpresas de las
librerías,
el estanco de flores, los niños descalzos
que no quieren ser héroes de la miseria,
y las marquesinas, los anuncios,
la prisa de los que no tienen a dónde ir .
Amarás el asfalto y la buhardilla
y las bombas para el drenaje y las grúas
y los palacios y los hoteles de lujo
y el césped de las casas donde hay un perro guardián
y dos o tres gentes que también se van a morir.
Amarás los olores de las fritangas
que en la noche atraen como una luz a los hambrientos,
y tu cabeza se irá detrás del perfume
que alguna mujer deja en el aire como una boa
suspendida.
Y amarás las ferias mecánicas
donde los pobres llegan al vértigo y a la risa,
y el zoológico, donde todos se sienten importantes,
y el hospital, donde el dolor hace más hermanos
que los que puede hacer la pobreza,
y las casas de cuna, y las guarderías donde juegan los
niños,
y todos los lugares en que la ternura se asoma como
un tallo,
y las cosas todas te ponen a dar gracias.
Pasa tu mano sobre la piel de los muebles,
quita el polvo que has dejado caer sobre los espejos.
En todas partes hay semillas que quieren nacer.
(Como una escarlatina te va a brotar, de pronto, la vida.)

Jaime Sabines
Recuento de Poemas
1950 / 1993

martes, 3 de enero de 2012

Triste amanecer

fotolog.com
Abajo, escondida
mi tristeza
asoma su raíz
desgastada, seca.

Tristeza que dura, vives
bajo costras de resentimiento
deja que la luz mañanera
te bese de vez en cuando.

Te asomas callada
por este valle desolado,
regresa a tu entierro
para que la rosa marchita
vuelva a encontrar el rocío.

17 de Nov / 2011